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EntrenamientoEl juego

18 agosto 2020by lcdetaro
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Los perros juegan. Es uno de los pilares en los que se basa su aprendizaje. También el de los humanos, como animales que somos.

Pero centrémonos en los perros. Ya en la camada, al poco tiempo del nacimiento (aproximadamente a las cuatro semanas de edad), cuando empiezan a tener conciencia del entorno más allá de la piel de su progenitora y sus hermanos, comienza el juego. Entre cachorros, y también con la madre.

Es una actividad fundamental para el desarrollo de nuestros amidogs. Un ejemplo sencillo: todos hemos conocido alguno (joven y no tan joven) que hace daño cuando juega con la boca. Es muy probable que sea el resultado de un déficit en su socialización, donde los hermanos y la madre dejan de jugar en cuanto aparece el dolor o la molestia que inflige la boca de un cachorro que no controla su intensidad. Descubrir que el juego se acaba cuando la mordida pasa de cierto umbral (incluso llegando a recibir alguna corrección por parte del que ha sufrido el daño) es el mejor incentivo para controlarse. Porque que la diversión continúe es lo que todo cachorro quiere.

Es una actividad importante en fases tempranas del desarrollo, pero no debemos dejarlo a un lado cuando el perro llega a la edad adulta, o incluso en su fase senior. Lógicamente, adaptando el modo y la intensidad.

En mi opinión no sólo se debe entender el juego cuando hay actividad física intensa o cuando hay un objeto participando. No hay nada que refuerce más el vínculo con nuestros amidogs que una sesión de juego mano a mano, o simplemente, tumbándonos juntos en suelo y disfrutando de unas caricias.

En cuanto al uso de objetos, hay personas que la única forma de juego que entienden con sus amidogs consiste en lanzar una pelota (o un palo, o una cuerda… la herramienta que se emplee es lo de menos) lo más lejos posible para que el perro la persiga, y en algunos casos, nos la traiga de vuelta para iniciar el proceso una y otra vez. Estamos creando un adicto, de tal forma que en los sitios donde se juegue así habitualmente, empezará a exigir la pelota, olvidándose del resto del entorno, y llegando a frustrarse si no aparece. ¿Es malo jugar a lanzar un objeto? No, todo depende de nuestro del perro, del tiempo que le dediquemos a ello, y de las consecuencias que produzca. No hay que quitarles la diversión de ir corriendo detrás de su juguete preferido, sólo tener en cuenta que sea una parte de su actividad, que la aparición del objeto de deseo durante el paseo sea opcional, y sabiendo que es una forma de juego excitatoria, poco recomendada si a continuación nos vamos a casa y salimos dejando sólo a nuestro amidog, con las pulsaciones por las nubes.

Os propongo algunos ejemplos de juegos:

cuerpo a cuerpo. Es el más básico, y para ello usaremos nuestras manos a modo de boca, haremos de compañeros de juego con nuestro perro, imitando lo que tantas veces hemos visto en el parque entre dos canes. Hay que adecuar la intensidad, es una actividad excitante y no queremos que nadie salga dañado. Habitualmente el juego a nivel del suelo, tumbados o sentados, suele ser más tranquilo. Si en algún momento nuestro amidog comienza a usar la boca con más fuerza de la debida, interrumpimos el juego unos segundos antes de volver a reanudarlo. Si se repite un juego rudo, se interrumpe definitivamente, hasta otra sesión en cualquier otro momento del día.

tirar de una cuerda. A la mayoría de los perros les gusta, pero puede que haya que motivarles en la primera ocasión. Yo uso una soga larga (permite la participación de más de un amidog) o unos hilos de trapo trenzados. Se debe jugar realizando movimientos en el eje horizontal, es decir, de derecha a izquierda, evitando gestos que desplacen la cabeza del perro arriba y abajo, para no provocar lesiones. Recomiendo añadir señales para indicar al perro que pude coger el objeto o que debe soltarlo (reforzando esto último cuando obedezca), por ejemplo “coge” y “deja”, con lo que estaremos practicando el autocontrol. A tener en cuenta que es un juego que puede excitarles: se puede compensar con unos minutos de actividades olfativas para bajar pulsaciones.

pilla-pilla. Yo suelo iniciarlo intentando imitar la postura típica de invitación al juego entre perros: inclinándome hacia adelante, colocando los brazo extendidos hacia abajo, con las manos abiertas y queriendo tocar el suelo con las palmas (mi flexibilidad me impide llegar más allá de los tobillos), mirada tranquila, sonrisa puesta, y un par de amagos de avanzar hacia nuestro amidog suelen ser suficientes. Os sorprenderéis de la facilidad con que algunos perros entienden estos gestos. Es bueno cambiar el papel, y pasar de perseguidor a perseguido, hacer algún parón durante la carrera, esconderse detrás de algún árbol o arbusto… También es un juego activante.

búsqueda: dejando a nuestro amidog en una postura de espera cómoda (sentado, tumbado), le indicamos un “quieto” (ojo, todas estas señales hay que enseñárselas y practicarlas antes) y nos alejamos unos pasos, escondiéndonos detrás de algún obstáculo (poco a poco podemos ir aumentando la dificultad, alejándonos más distancia, o recorriendo algunos metros antes de escondernos una vez desaparecidos de la vista del perro). A una señal nuestra, debe comenzar la búsqueda, siendo recompensado cuando nos alcance con palabras alegres y alguna caricia. Fomentamos la concentración, el uso del olfato, y el autocontrol durante la espera. Para motivar más a los perros menos propensos a este tipo de interacción, puede plantearse como el inicio del juego del “pilla-pilla”, le daremos un interés extra al hecho de localizarnos

búsqueda de objeto: similar al anterior, pero en lugar de localizarnos a nosotros, debe encontrar un objeto que ya le hemos mostrado: pelota, mordedor, etc. En las primeras ocasiones podemos dejar ver dónde colocamos el objeto, para gradualmente aumentar la dificultad, dejándolo donde no estemos al alcance de su vista. Al mantener al perro en posición de espera hasta la señal de liberación, trabajamos el autocontrol; y durante la búsqueda, el uso de su sentido del olfato, lo que lo convierte en una actividad desestresante.

Todos estas juegos debemos realizarlos en entornos seguros y que podamos tener controlados con la vista, al menos unas decenas de metros. Y en caso de duda, o ver algún comportamiento en nuestro amidog que nos resulte extraño, siempre consultar con un etólogo o educador canino de confianza.

¡A divertirse!

Mario Sauca
Educador canino

18 de agosto de 2020

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