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ComportamientoEntrenamientoSobre «premios» y «castigos»

28 septiembre 2020by lcdetaro
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Hoy voy a hablar de un tema tan denso como interesante. Dedicadle unos minutos (incluso puede ser bueno leer éste artículo dos veces) que merece la pena.

El aprendizaje de un perro tiene su origen en los resultados que obtiene cuando realiza ciertos comportamientos. O lo que es lo mismo, conductas y las consecuencias que producen.

La capacidad para aprender de un perro está presente, en mayor o menor medida, a lo largo de toda su vida, aunque, en etapas tempranas de su desarrollo, el aprendizaje tiene especial importancia mediante las asociaciones que realiza al descubrir el entorno que le rodea. Es lo que se conoce como etiquetado emocional: ante estímulos que se le presentan por primera vez y que, por lo tanto, son neutros, dependerá de lo que ocurra unido a dichos estímulos para catalogarlos como positivos o negativos. Las asociaciones que se producen en esta fase quedan interiorizadas, el perro recurrirá a esas experiencias pasadas cuando se presenten situaciones similares y tenga que reaccionar ante ellas. Por ello, en las primeras semanas de vida, y sobre todo al separarse de la madre, hay que prestar especial atención y realizar una socialización adecuada.

Antes de continuar, voy a insistir en algo que ya he dicho en otros artículos, pero me parece de vital importancia: un perro no es una máquina que obedece instantáneamente a nuestras señales y tiene un botón de encendido. Es un ser vivo, con sentimientos, que puede tener días mejores y peores (al igual que nosotros, los humanos), que puede sufrir estrés y frustración si le sometemos a demasiada presión, con los perjuicios que conlleva. Por lo tanto, al hablar de educación y adiestramiento (en mi opinión, dos cosas muy diferentes) tenemos que tener en cuenta el estado de ánimo de nuestros amidogs, entendiendo que somos un equipo, poniéndonos metas que alcanzar juntos, pero empleando métodos amables y respetuosos. Y sabiendo que hay ciertas conductas propias del etograma canino, totalmente naturales en un perro, pero que en nuestra vida humana nos incomoda si se presentan: ladridos, gruñidos, marcajes con orina, y un largo etcétera.

A continuación voy a ponerme un poco técnico, aunque explicaré de la forma más sencilla posible unos cuantos conceptos muy interesantes. Cuando lleguéis al final comprobaréis que merece la pena, así que… ¡Adelante!

Un estímulo que colabora a fijar una conducta lo denominamos refuerzo. Por el contrario, un estímulo que disminuye o hace desaparecer una conducta lo denominamos castigo (haced un esfuerzo, durante unos minutos, olvidad el significado que todos tenemos tradicionalmente asociado a esta palabra).

Voy a hablar en sentido estrictamente matemático: cuando utilice el término “positivo” su significado será el de añadir o iniciar algo; y “negativo” cuando haga referencia a quitar o eliminar algo.

Y, ahora sí, al grano: hay cuatro conceptos que hay que tener claros.
1-Refuerzo positivo: cuando añadimos un estímulo apetitivo que favorece la repetición de una conducta. Ejemplo: entregar un trozo de queso cuando, a petición nuestra, nos da la pata.
2-Refuerzo negativo: cuando quitamos un estímulo aversivo para aumentar una conducta. Ejemplo: cuando se está regañando verbalmente a un perro que ha cogido una zapatilla con la boca, la suelta, e inmediatamente la persona se calla. Un error, en mi opinión, así solo podemos hacer aparecer protección de recursos, y deteriorar el vínculo entre persona y perro.
3-Castigo positivo: si añadimos un estímulo aversivo que elimina o disminuye la probabilidad de que aparezca una conducta. Es lo que comúnmente conocemos como “castigo”, por ejemplo, un tirón de correa cuando se pretende que deje de ladrar a un perro que ha visto a lo lejos.
4-Castigo negativo: cuando retiramos un estímulo apetitivo y disminuye o elimina completamente la aparición de una conducta. Como ejemplo, si un cachorro comienza a mordernos con demasiada intensidad y dejamos de jugar con él.

En resumen: el refuerzo crea conductas, el castigo las elimina. Aprovecho para introducir un nuevo concepto, sencillo, pero muy importante: la contigüidad, el tiempo que transcurre entre la realización de la conducta y la aparición del refuerzo (o del castigo). Para que la asociación sea adecuada, mejor cuanto más próximos en el tiempo estén. Pongo un ejemplo exagerado: ¿Sirve felicitar a nuestro amidog un minuto después de que haya llegado a nuestro lado tras llamarle? Para nada, nuestro querido perro asociará la aparición del reforzador a cualquier otra cosa que haya ocurrido en los segundos anteriores a recibirlo, con el riesgo que conlleva reforzar (en la situación que he descrito, de forma involuntaria) conductas no deseadas.

Volviendo al tema que nos ocupa: no veréis aplicar el castigo positivo a un educador cuya base sea la educación en positivo, es decir, técnicas amables o respetuosas con el perro. Lo emplean personas sin respeto hacia un ser vivo con técnicas que se han demostrado obsoletas (* ver NOTA).

Por mi formación y por mi forma de entender la relación entre persona y perro, de los cuatro conceptos, mejor emplear siempre el refuerzo positivo. A parte del respeto hacia nuestro amidog, mejora nuestro vínculo con él, y se fortalece la conducta deseada, haciéndola perdurar en el tiempo.

Para conseguir el refuerzo positivo, se emplean reforzadores, algo que se le presenta al perro para recompensarle. En función del aprendizaje, podemos distinguir dos:
Primarios o no condicionados: aquellos que son reforzadores por sí mismos, sin necesidad de que haya aprendizaje previo, como por ejemplo comida, juguetes, nuestras caricias…
Secundarios o condicionados: es necesario hacer una asociación previa a un reforzador primario. Es decir, a base de repeticiones en las que ambos reforzadores aparecen unidos, el perro acaba asociando el secundario como reforzador. Por ejemplo, una felicitación verbal o el sonido del clicker, unidos a la entrega de comida.

Quiero resaltar que los reforzadores son premios, no “regalos”: se consiguen a cambio de algo. Resulta muy útil establecer una escala de valores de los reforzadores, no para todos los perros un determinado reforzador tiene el mismo interés: para algunos puede que un trozo de queso sea la mejor recompensa, y para otros lo sea una caricia nuestra. También hay que ser proporcionales, emplear reforzadores de mayor valor cuando la dificultad o el esfuerzo que deba hacer nuestro amidogs también sean mayores.

Según el método que empleemos para recompensar las conductas, podemos hacer la siguiente clasificación:
-Refuerzo material: entregamos reforzadores en forma de comida, o juguetes.
-Refuerzo social: nuestras palabras de felicitación y nuestras caricias se convierten en reforzadores
-Refuerzo funcional: permitiéndole realizar aquella actividad que nuestro amidogs desea hacer.

Este último, bien empleado, es muy potente cuando estamos haciendo trabajos de modificación de conducta. Un ejemplo sencillo: cuando vamos de paseo y nuestro amidog tira para llegar a su parque favorito, o porque ha visto al perro con el que comparte juegos a diario. Se le puede apoyar para que gestione, su estado emocional sea más equilibrado y que entienda que tirar de la correa no le va a hacer llegar antes. En el momento en que se relaje y desaparezca la tensión (tanto física en la correa como emocional en el perro) le recompensamos reanudando la marcha avanzando hacia su objetivo. Unida a la satisfacción de haberlo alcanzado, en el organismo del perro se produce una “recompensa interna” (en la que interviene, entre otras, la dopamina, un neurotransmisor), que potencia aún más el refuerzo.

Hasta aquí la teoría. En la práctica, no hay mejor herramienta que la combinación de tiempo, paciencia y perseverancia. Hay conductas que no se consiguen modificar en unos días, requieren trabajo durante meses para ver resultados. Eso sí, una vez conseguida nuestra meta, podremos celebrar haberlo hecho de una forma respetuosa y que, con toda probabilidad, se habrá afianzado en la vida de nuestro amidog de forma permanente.

Siempre que tengáis dudas, por favor, recurrid a un etólogo o educador canino de confianza.

*NOTA: Hablando con compañeros educadores caninos, hemos debatido sobre el castigo positivo y quiero hacer una aclaración. Mi alusión a que es una herramienta obsoleta no la hago en sentido técnico, por supuesto que un perro que reciba un castigo va a evitar el comportamiento que ha originado dicha penalización. Quiero decir que con los conocimientos actuales, y con lo que ha progresado la educación canina en los últimos años, no es necesario recurrir al castigo positivo a la hora de conseguir objetivos en la educación de nuestros amidogs. En los trabajos de modificación de conducta hay alternativas respetuosas y que consiguen resultados duraderos en el tiempo.

Mario Sauca
Educador canino

28 de septiembre de 2020

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