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Vida sanaEl vínculo

31 diciembre 2020by lcdetaro
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¿Qué es el vínculo? Del latín vinculum, La Real Academia Española lo define como “unión o atadura de una persona o cosa con otra”. Dejo a un lado la frialdad de una definición de diccionario, en mi opinión esta frase no explica adecuadamente el significado de vínculo. Para mí es la relación que se establece entre dos seres vivos. Y en el caso concreto al que yo me refiero, entre un ser humano y un perro.

Cada perro (y cada persona) es diferente. Esa unicidad hace que un mismo perro tenga un comportamiento distinto al de los demás, e incluso una relación distinta con cada uno de los miembros de la familia y con los perros con los que convive o se encuentra a lo largo de su vida. Un ejemplo curioso, para aquellos que conozcáis al gran Ken Ramírez: una beluga con la que tuvo la oportunidad de trabajar, y con la que se dieron cuenta que prefería entrenar con un determinado educador, le motivaba menos hacerlo con el resto del equipo. Precisamente por la relación que había entre ambos.

La base del vínculo viene determinada por la confianza (o la falta de ella), algo que se crea con tiempo y esfuerzo, y que sin embargo, es fácil de debilitar, llegando incluso a desaparecer. Vuelvo a poneros un ejemplo, creo que así se comprende mejor. Como educador canino colaboro con una protectora de animales. En concreto, y junto a otros educadores, hacemos terapias con perros que han sido abandonados, están allí de forma temporal, y muestran algún problema de comportamiento, ya sea miedo hacia personas, o comportamiento reactivo hacia otros miembros de su especie. El objetivo es conseguir que su conducta sea más equilibrada y puedan ser adoptados por una familia. El vínculo que mis compañeros y yo establecemos con ellos con el paso del tiempo es tan fuerte, que incluso meses después de encontrarles un hogar definitivo, si nos volvemos a ver, se acuerdan de nosotros y nos saludan felices al reconocernos.

Los perros son animales sociales, está en su naturaleza vivir en compañía de otros perros y de personas; a causa de esa convivencia nace el vínculo. Si una persona entiende al perro con el que vive, le respeta y le aporta seguridad, se convierte en la figura de referencia para él, a la que sin duda recurrirá cuando no sea capaz de gestionar por sí mismo una situación. Recalco la importancia de los tres conceptos que acabo de utilizar:
entendimiento: los perros no hablan, pero sí se comunican y es nuestro deber comprenderles. Entre nosotros y ellos se establece un intercambio de información bidireccional. Cuando un perro es consciente de que le comprendemos, de que sus mensajes no caen en saco roto y la comunicación es eficaz, la confianza aumenta.
respeto: somos especies distintas. Es vital conocer, aunque sea de forma general, el etograma canino, y ya que les incluimos en nuestras vidas sin preguntarles, lo hagamos teniendo en cuenta sus necesidades específicas.
seguridad: debemos orientarles si en una situación concreta dudan qué hacer, darles herramientas para que por sí mismos sean capaces de gestionar. Seamos su “faro”. Taro, en momentos que se siente algo desconcertado, me mira directamente a los ojos, sé que es su forma de buscar apoyo, sabe que puede contar conmigo. Para mi es algo maravilloso.

Si conseguimos todo esto, nos habremos ganado su confianza.

Otro ejemplo más, que todos hemos visto alguna vez: una persona llamando a su amidog, el cual no atiende por el motivo “x” (está jugando con otro perro, o siguiendo un rastro interesante, etc.), y como no atiende, se escucha al humano pronunciar una vez más el nombre del perro, seguido de “¡Toma!”. Recibirá la atención de su amigo peludo y, sin querer, la de casi todos los congéneres que lo oigan, pues es una señal utilizada por muchas personas, y reconocida por casi cualquier perro. Al llegar junto a su guía, no solo no obtiene recompensa tras ese “toma”, si no que acaba atado y alejándose de aquello que le resultaba tan interesante. Os podéis imaginar la consecuencia: el perro se siente engañado, y asocia atender a una señal que habitualmente indica recibir un refuerzo en comida, con ser atado, y no recibir nada a cambio. En algunos casos bastará una única experiencia de este tipo para desconfiar, en otros tardará más. Pero esta consecuencia tarde o temprano aparece: el humano me engaña, no debo fiarme de él. Y no sólo en lo que se refiere a la llamada, se extiende a otros ámbitos de su vida.

La confianza no es eterna, es un “músculo” que hay que ejercitar. A diario y durante toda la vida. Seamos honestos con nosotros mismos y con los perros, son capaces de sentir emociones, al menos las más básicas: miedo, enfado, sorpresa, alegría… Procuremos ser fuente de las positivas, y punto de apoyo cuando experimenten las negativas.

Y llegados aquí, seguro que hemos descubierto alguna forma de mejorar el vínculo con nuestros perros. ¡Adelante! Mañana empieza un nuevo año, buen momento para ponernos manos a la obra. Por una vida más feliz para todos los miembros de la familia.

Mario Sauca
Educador canino

31 de diciembre de 2020

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